Último día de un año intenso. Año
difícil, gran cantidad de tiempo me lo he pasado entre páginas de interminables
libros y tintas de bolígrafos que se acababan en tres días. Creo que es un
momento de la vida de cada persona en el que llega al éxtasis de conocimiento,
aunque sea en muchas ocasiones (sobre todo en mi caso) agobiante y
desquiciante. Puede que no haya tenido la mejor instrucción ni el máximo ímpetu
a la hora de culturizarme, pero no me arrepiento de haberme asocializado en mi
burbuja con la única luz de un flexo durante noches y días entre los que
no había descanso. Todo eso mereció la pena, me enfrenté como pude y
probablemente sin estar al cien por cien, a esa prueba que dicen ser aterradora
los que han tratado con ella: la PAU. Nervios y más nervios, y al final, lo
conseguí. Mi futuro ya tenía cauce al que seguir. Salamanca y Psicología iban a
ser mis compañeros de camino, era una realidad. Pretendí ignorar que en
Septiembre iban a aflorar cambios. Una graduación intensa, un reconocimiento de
nuestro esfuerzo a 3 personas y a mi, entre ellas mi reflejo Andrea, a mi lado,
al pie del cañón, como siempre. Un verano totalmente despreocupado, Salou
acompañada de mis niñas con emociones nuevas que tardarán en borrarse de mi
mente unos cuantos lustros, idas y venidas, primer camping, un carnaval
veraniego pasado por agua, Oviedo, fiestas de andar por casa, Onzonilla, León…
todo sobre ruedas, una buena época. Llegaron los abrazos más sentidos de mi
vida con confesiones profundas a principio de Septiembre; mi miedo aumentaba
cada día más, promesas de ausencia de cambio afloraban, pero yo no estaba del
todo convencida. Un gran paso, el mayor de mi vida (por ahora). Una nueva ciudad
y un nuevo ambiente, nuevas personas que aportan nuevas actitudes y reflexiones
(Desi,Ana,Luismi). Si, fue duro, lo admito, no quería dejar MI vida para
empezar otra a caballo de ésta, totalmente diferente. No quería asumirlo..
Y sin más dilación, me quedo con
las personas, como siempre, con su ímpetu y sus constantes intentos de hacerme
creer que todo mi círculo seguía donde mi mente y mi corazón querían estar. Mis
niñas, las de siempre, han seguido a mi lado, riéndonos de lo peor, apoyándonos
en esos momentos que llegan sin esperarlos y que sin pedirlo, te necesitan. Cada
una en un rincón, pero juntas por muchos kilómetros de amistad. De mi época
franciscana me llevo recuerdos vividos ahí, entre bocadillos y caladas
interminables, a Andrea como mi otro yo, como mi alma madrileña, como un todo
en sí; a lo más absurdo de Edu, los consejos de y a las alegrías de Casqui. Me quedo con la
infinita confianza en mi enanito Ubero, el contacto diario y esos 3 abrazos
suelto que me dejan paralizada; el haber conocido a Eceiza y mis múltiples
confusiones; el cariño de Mercedes y las tonterías de Bena; y cómo no, mis dos
niños, esos que siempre, siempre siempre me hacen sentir como en casa, con su
calor y sus lecciones. Es más, la música ha sido fiel testigo de todo esto. ¿Y
qué mas? Mi familia, indiscutible, mi hermano, lo que más. Que no voy a dedicar
tiempo a los malos o regulares momentos, yo me quedo con mi año, al que no le
pongo principio ni fin. Porque para mi los años pasan en consonancia a la
intensidad de mis sentimientos. Feliz año a todos. Estoy ansiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario