Yo no lo elegí

"Sola, en el centro de una habitación blanca con más de cien puertas a su alrededor y una gran angustia en su pecho por la indecisión. ¿Hacia cuál me dirijo, cuál será la correcta?."

No hace mucho tiempo, mucho menos que mucho, pero más del suficiente, una chica de mi edad me comentaba haber vivido esta sensación extraña e inusual.

No me arriesgo demasiado si confieso que yo creo haber sentido algo parecido. Me atormento pensando en las puertas que dejo atrás, sin abrir, en los misterios que se esconden tras su madera simple.

Nueva era, miles de oportunidades y opciones ante las que existe libertad de elección. Mi inservible teoría es la que defiende el menor grado de satisfacción y difrute con nuestras decisiones. Tardamos en olvidar sopesar que quizás allí, y no aquí, estaría mi lugar; que quizás así no tenga lo que de verdad quiero; y que quizás esto no era lo que yo creía, lo que yo esperaba. El panorama está oscuro desde que vimos clara la luz. Si pienso en las consecuencias probablemente no actúe. Se resbalan las ideas, la firmeza del testimonio deja de tener credibilidad. No hay más vidas que vivir, por triste que sea. Donnie Darko seguro que no tenía en sus planes toda aquella pantomima que nos han contado sobre la Cuarta Dimensión y el Universo Tangente. Ni tú crees en el paralelismo ni yo pretendo ver un conejo gigante que me aterrorize con sus órdenes. Como cadenas y sus eslabones, las consecuencias viven acorde a la acción, en sí mismas son una porción inútil del tiempo. Si echas la vista atrás encuentras más de un par de buenas salidas doblando la esquina rutinaria de las mismas calles de la misma ciudad aburrida. La misma calle animada en invierno, ardiente en colores si miras con intención. Creyendo (creptendu) a momentos que yo no firmé ningún contrato para sentirme obligada a elegir. Eligiría no elegir.

¿O no lo he elegido? Más y más opciones, más y más bandejas con más y más aperitivos donde escoger. . Incapaz de saborear al 100%.